El encargo de comerse una ciudad es un reto inspirador. Cultivar la ciudad, cosechar la ciudad. Cultura viene de cultivar. Cultivando la ciudad creamos sabiduría. En 'LaPlasita' hemos paseado muchas veces pensando en qué alimentos nos proporciona la vegetación urbana, y hemos imaginado un bosque comestible en la ciudad, una ciudad comestible.
Proyectos como edible cities y tantos otros que nos enseñaban e inspiraban. Llevamos años pensando en cómo se alimentan las ciudades con nuestro proyecto “Ciudad alimentada”. En cómo los hábitos alimentarios y las normativas marcadas por Europa condicionan nuestros paisajes y territorios. Jugamos en todas las escalas, desde lo doméstico al mundo. Nos gusta domesticar espacios urbanos a través de la comida. Reunirse en torno a una paella hace que nos sintamos seguros en los lugares más inhóspitos. Es nuestra acción, es nuestra lucha.
Para Jardín Cosmopolita hemos querido intersectar tres historias: el viaje de Magallanes con las bodegas de los barcos llenas de alimentos, las especies comestibles de la ciudad, y Sevilla ciudad de invierno.
En torno a una mesa mundo servimos pequeños bocados de esta urbe que contiene todos los continentes.
Los mapas, las cartografías condicionan nuestra percepción del territorio, de la ciudad. La situan, la narran.
Xenia I Xenia II
Xenia significaba hospitalidad en la antigua Grecia. Siguiendo la simetría de la palabra xenos somos huésped y anfitrión a la vez, y para ello proponemos la performance de “Dar la sopa”, una cata de aceites en la que los mundos que se dan en Sevilla se ven representados a través de sus panes: Farinato-Europa, Pan de Queijo-América del Sur, Pan de Molde América del Norte, Injera-África, Bao-Asia. Dar la sopa era la manera en que en tiempos antiguos tenían los anfitriones de recibir a sus huéspedes, mojando un trozo de pan en su sopa y ofreciéndoselo. Nosotros hoy mojaremos el pan que elijamos con uno de los aceites que representan a los viajeros que hicieron la primera circunnavegación: España, Italia y Portugal.
Xenia I nos invita a recolectar y consumir directamente, la naturaleza urbana también puede ser generosa. Al igual que en el campo los espigadores pueden recolectar una vez pasada la cosecha, en la ciudad podemos ser siempre espigadores. Y por qué conformarnos con los bienvenidos huertos urbanos, todo el verde urbano podría ser comestible.
Xenia II nos inspira para crear otras elaboraciones y hacer comestibles productos que en crudo no lo son.
Comeremos la miel de milflores urbanas.